El valor de los datos personales

Resulta cada vez más frecuente escuchar o leer frases como “los datos son el petróleo del siglo XXI”, “si no pagas por el producto, es porque el producto eres tú” u otras con un significado similar. El petróleo de los datos ha sido el combustible utilizado para mover una gran parte de la economía de los servicios puramente digitales en Internet, haciendo que los principales proveedores de este tipo de servicios hayan escalado en los últimos años hasta las posiciones más altas del ranking mundial por capitalización bursátil, utilizando para ello como principal materia prima los datos personales que recolectan de sus usuarios.

Recientemente han surgido iniciativas, como la plataforma Aura, que han venido también a poner el foco en el valor de los datos personales pero desde el punto de vista de los usuarios de estos servicios, prometiéndoles la posibilidad de gestionar sus datos según sus intereses, lo que les permitiría a su vez ser más conscientes de su valor. En esencia, esta iniciativa no hace más que seguir el nuevo tratamiento facilitador de la portabilidad de los datos recogido en el considerando 68 y en el artículo 20 del RGPD.

Hasta ahora, viene siendo un lugar común considerar gratuitos muchos servicios en Internet en los que el proveedor del servicio en cuestión solicita al usuario la cesión de sus datos, sin que éste sea plenamente consciente de que dicha cesión supone, en realidad, un pago en especie por el servicio recibido. Pago que no sólo se hace de forma prácticamente inconsciente por parte del usuario, sino que en ocasiones es sin duda superior al valor del servicio recibido por el usuario, a juzgar por los sustanciosos beneficios que dichos datos reportan al proveedor. Es evidente además que al tratarse de un mercado en el que el precio de estos servicios es cero, las leyes de la libre competencia no funcionan y de ahí que se den frecuentemente situaciones de monopolio de facto.

Independientemente de que esta especie de trueque de datos personales por servicios escape al tratamiento fiscal de lo que en puridad se trataría de una doble transacción comercial, algo que sería tema para una discusión independiente, llama la atención cómo ha podido pasar aparentemente desapercibida para muchos operadores la base real de un negocio tan lucrativo.

Así, las operadoras de telecomunicaciones en su rol de proveedores de acceso a Internet, han estado preocupadas de forma obsesiva durante todos estos años en denunciar el uso, que ellas consideran abuso, que de sus redes han hecho los proveedores de servicios en Internet, los denominados OTTs, para proporcionar sus servicios a los usuarios finales. Su empeño en conseguir una participación en la tarta de ingresos de los OTTs, mediante un pago directo en compensación por el uso de sus redes, ha tenido claramente un éxito nulo.

De la reciente iniciativa Aura parecería deducirse que por fin una operadora ha vislumbrado una manera efectiva de capturar valor a partir de esa fuente real del negocio de los servicios en Internet que son los datos personales, provocando un cambio en la estrategia de esta operadora. Puede que esta nueva estrategia suponga asumir que “si no puedes con tu enemigo, únete a él”, aunque también podría suceder que fuera algo más sibilina y de ahí la respuesta algo intempestiva que la iniciativa ha tenido. El tiempo, no más de un año según afirman, nos sacará de dudas.

Lo que sí que parece probable es que esta iniciativa permita abrir definitivamente el melón de la monetización por los usuarios de sus datos personales, algo que sin duda supondría un hecho de enorme trascendencia en el ecosistema de los servicios en Internet y que podría dar lugar a la aparición de una verdadera competencia entre servicios digitales, si bien la situación monopolística de partida de muchos de ellos sin duda lo dificultaría.

El usuario podría así visualizar claramente el valor económico de sus datos personales que residen en la plataforma y utilizar ese valor para lo que él quisiera, entre otras posibilidades para comprar un servicio en Internet sin que su precio tuviera que ser necesariamente el mismo que el precio de los datos que el usuario proporciona al prestador, como ocurre de facto ahora con los servicios “gratuitos”. Esta percepción incipiente del usuario acerca del valor de sus datos personales sería trasladable a los datos que otros proveedores de servicios quisieran obtener del usuario o de sus equipos, lo que propiciaría un punto de partida para la aparición de un auténtico mercado de servicios en Internet, hoy en día inexistente. En mi opinión, este cambio, lejos de suponer un impedimento, facilitaría en buena medida el desarrollo de servicios en Internet que no han tenido éxito en muchos casos por no encontrar un modelo de negocio viable debido al paradigma, extendido de forma casi universal en Internet, del servicio “gratuito”, todo ello sin afectar a la continuidad de los servicios que son realmente gratuitos, que no obtienen datos de los usuarios y que se financian generalmente mediante publicidad.

Se trata en definitiva de aplicar el concepto de justicia de dar a cada uno lo suyo, evitando que este petróleo del siglo XXI sea explotado en exclusiva por las compañías “extractoras” y no por los sujetos productores.


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